miércoles, 12 de junio de 2013

Érase una vez...

Érase una vez un niño trabajando en una fábrica de juguetes (qué ironía), de ropa, de calzado, de ladrillos, de muebles...
Ojalá fuese esto un cuento, ya me gustaría, pero es una realidad que sucede aunque la ignoremos. Por eso hoy, que es el día mundial contra el trabajo infantil, os traigo un artículo que leí hace poco y me impactó:
 

"Conocer a un niño de nueve años que trabaja en una fábrica de globos puede cambiarte la vida. ¡una fábrica de globos! ¿qué niño no querría estar allí? podría ser casi un cuento...
«Un cuento de terror. entrar en una de esas fábricas es un horror; bajar a uno de esos sótanos, guiarse en la oscuridad por las voces, respirar los productos químicos, los tintes y polvos de la estampación... Sientes escalofríos, a pesar de que enseguida estás sudando porque el calor es asfixiante», explica el fotógrafo G. M. B. Akash, de Bangladesh, que lleva catorce años denunciando con sus imágenes el trabajo infantil.  
Empezó con los ideales intactos y una frase de Helen Keller como motor espiritual para no venirse abajo: «No puedo hacerlo todo, pero puedo hacer algo». G. M. B. Akash se convirtió en un fotógrafo prestigioso, ganó el World Press, publica en los medios más importantes del mundo. Pero ese niño que fabricaba globos durante doce horas al día para que no falten globos en las fiestas de cumpleaños de nuestros hijos lo volvió del revés.
Ese niño se llama Rokib y se metía en el bolsillo algunos globos que habían sido desechados por cualquier tara que impide su exportación y se los llevaba a su hermana pequeña. «Yo no tengo tiempo de jugar. Solo tengo tiempo para mantener a mis padres», le dijo al fotógrafo. Aquella confesión inocente y casual lo sumió en una crisis. 
 
«Empecé con la fotografía porque no podía permanecer mudo ante la opresión que divide a los seres humanos. Mi deber es ir al fondo de las cosas, incluida la pobreza, el sufrimiento y las privaciones con los que me encuentro a diario, porque el único pecado de un fotógrafo es volver la cabeza y mirar a otra parte. Pero después de hablar con ese niño pensé si mis fotos habían servido para cambiar en algo la vida de aquellos a los que había retratado».
 
 Y decidió buscarlos y comprobarlo por sí mismo. Akash se dedicó durante un año a indagar sobre la gente a la que había fotografiado. Encontró a algunos. Y llegó a una conclusión descorazonadora: «Ellos le habían dado sentido a mi vida, pero sus vidas no habían cambiado. Francamente, mis denuncias no habían servido para que sus vidas fueran mejores. Sé que mi tarea se limita a mostrar la realidad, pero esa regla sencilla no traía paz a mi corazón».
 
El día mundial contra el trabajo infantil es un buen momento para preguntarnos, como G. M. B. Akash, cuál es el alcance real de lo que estamos haciendo. Y si podemos hacer algo más por erradicar esta lacra que sigue robando la infancia de más de 250 millones de niños en el mundo, muchos a tiempo completo, por lo que no van a la escuela, convirtiéndolos en autómatas, en esclavos o, en el mejor de los casos, en adultos prematuros y tristes.
. «Mire las fotos. ¿Dejaría que su hijo trabajase un solo día en un sitio como éste? pregunta Akash. ¿No? Pues haga algo». "

 Érase una vez un niño trabajando en una fábrica de juguetes, de ropa, de calzado, de ladrillos, de muebles...que luego venderán en tu ciudad, pon tú la marca. 

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